Puedo asegurar que cuando uno los prueba no puede dejar de pensar en volver a comerlos (y la segunda vez, casi está mejores que la primera) No se si es mejor su sabor o el placer de poderlos disfrutar en compañía y en aquel paraíso todavía natural que es la “costa da morte” de Galicia.
Lo que sí sé es que esta delicia sólo puede apreciarse en su plenitud en el Eladio, mientras uno ve un programa en la televisión gallega, se entretiene observando las gorras colgadas por todo el local o escuchando la intensa conversación de los pobladores de ese lugar, eso sí, sin enterarse prácticamente de una palabra de lo que hablan.
Ahí, en ese pequeño pueblo marinero dominado por los soportales y las gaviotas, se encuentra el placer, materializado en forma de pequeño calamar, a pesar de que algunos turistas sintieron la necesidad de hacer partícipe a todo el mundo de sus conversaciones (y a estos, por desgracia, sí se les entendía)
Desde aquí quiero agradecer a cbr que me haya descubierto este maravilloso lugar… GRACIAS!
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